LA PROEZA DE LLEGAR

LA PROEZA DE LLEGAR
No es la última mirada la que marca nuestro destino

sábado, 29 de mayo de 2010

NO HAY DISTANCIAS


Hoy me he sentido por muchas razones, y muy distintas, ciudadana universal. Yo que siempre me he sentido un tanto ajena en todas partes, que me he limitado a vivir lo que tocaba sin muchas aspiraciones de inmortalidad ni muchos aspavientos reivindicativos, he sufrido un sobresalto neuronal al que estaré de ahora en adelante muy agradecida. Muchas veces andamos tan a contramano, con el sentido común tan extraviado, que terminamos creyendo verdades inmutables axiomas tan falaces como que no podemos hacer nada por cambiar el mundo en el que vivimos, olvidando incluso el mero deseo de hacerlo nuestro, ni en las cosas más íntimas y triviales. 
Paradoja tras paradoja crecía en mí una perplejidad que me desviaba hasta de mis creencias o esperanzas más básicas. Pero de pronto me han sacudido de dentro a afuera y han conseguido hacerme saber que no estamos tan solos, tan aislados, tan fuera de contexto como muchas veces tememos. La vida es sorprendente e impredecible, y los seres humanos que la damos forma lo somos aún más. Nunca sabes. Vives sorteando la soledad con trucos de escapista para no caer en términos psicológicos manidos y desvirtualizados y de pronto suenan campanas en otra parte del mundo, cercana y conocida, o allende el mar y por descubrir, y todo empieza a colocarse. 
Está claro que no hay distancias para el corazón, para el entendimiento, para reconocerse en los otros. No hay distancias.  Ni límites. Ni tantas diferencias.

jueves, 20 de mayo de 2010

Por encima de las nubes








A veces lo mejor, es andarse por las nubes, sin protagonismos, sin prejuicios, sin anclajes. Es la única forma de poder atender a la realidad sin atragantarse...



miércoles, 19 de mayo de 2010

PARA ROSA

Tengo una amiga que se llama Rosa, y, justo, a partir de las doce, empieza su cumpleaños. Ella es, cuanto menos, diferente, pues con una sonrisa es capaz de iluminar toda una tarde. Hablo con ella casi todos los días y siempre aprendo algo nuevo. Es pura energía, y pura ilusión. Siempre está cuando es necesario, y si no puede se inventa otra perspectiva, otra dimensión desde dónde acercarse. Ha aprendido a mirar el pasado sin rencores para después dejarlo atrás. Se ríe de su propio ego y cree en el amor como fuente y fundamento de todas las cosas. Es valiente, es cauta, es espontánea. Quiere ir más allá del entendimiento y realizar los cambios que se precisen para mejorar el mundo.
Me gusta escucharla cuando se complica la vida con explicaciones abstractas. Y mirarla detenidamente  cuando compartimos los silencios. Me da la oportunidad de aprender que el hábito no hace al monje, y que es posible sobrevivirse al ritmo de los acontecimientos. Me ha dado fuerza saber que contaba conmigo, y me ha reconfortado saber que contaba con ella. En los momentos duros hemos llorado juntas. En las ridiculeces, nos hemos hartado de reírnos. Me siento orgullosa de compartir espacios y tiempos, y se me llena el alma de alegría cuando sé, que pase lo que pase y estemos dónde estemos siempre seremos AMIGAS. 
Te quiero Rosa, nunca lo olvides.

lunes, 10 de mayo de 2010

Juegos Olímpicos Escolares


A veces, cuando miro a mi alrededor y lo que veo no me gusta mucho, me pregunto qué parte no estaré haciendo bien, porque mi ombliguito redondo y bien formado me grita que yo también formo parte de esto, aunque sea en una medida minúscula. A veces, para poder situarme de nuevo, miro hacia atrás y pienso en aquello que me impulsaba, en aquellas pequeñas cosas que me daban la energía suficiente para continuar mi búsqueda. No eran grandes cosas, más bien pequeños detalles, momentos que se magnificaban por la ilusión con la que se esperaban y se recibían. Y a veces, los añoro con tanta nostalgia, que cuando llega la vida por sorpresa y se enciende una ilusión, incluso en los corazones de otros, siento como si ese halo que los sueños por cumplir desprenden me renovaran por dentro.
Vivo en un pueblo a caballo entre lo rural urbano y lo urbano con pinceladas rurales en un Madrid que nunca volverá a ser lo que era. Tengo dos hijas en edad de pre-desesperarse que me arrastran los días laborables, y los festivos que les dejo, a sus quehaceres más variopintos. Pregunto poco y me adapto, con dificultad bastante bien disimulada, a sus peticiones, porque, en general, son bastante más razonables que las que yo podría imponerles en aras de una educación que calmara unas ansias, que a Dios gracias no me nacieron, de supermadre ejerciente y preparada. Y en éstas, que me veo, una mañana bastante desapacible de domingo en las gradas de una Ciudad Deportiva que a no ser por esto seguramente no habría pisado en mi vida, expectante y desorientada, mirando a todas partes en general y al cielo en particular, esperando la inauguración de unos Juegos Olímpicos Escolares en los que siquiera habría reparado, a no ser porque a una de mis hijas le han puesto en su camino personas que aman lo que hacen, y eso es, a ciertas edades espirituales, saludablemente contagioso.
Durante casi tres semanas estuvo detrás de mí más que convenciéndome sugiriéndome que podía estar bien que nos acercáramos. Yo la miraba sonriente porque veía en ella prender una ilusión, pero no me decantaba. La observaba complacida y complaciente. Hasta el último momento estuvo esperando mi confirmación, y se la di.
El acto fue sencillo, bastante improvisado, pero muy emotivo. La ilusión de los chavales, los promotores del evento y el público en general, era más que contagiosa. Hacía fresco, pero la música calentaba los espíritus. Hacia viento pero era perfecto para que ondearan las banderas. Me gustó lo que veían mis ojos, y lo que oían mis oídos. Por un momento intenté imaginar cómo serían las personas que vivieron los primeros Juegos allá en la antigua Grecia, y no envidié lo que sintieron sus corazones. Estuvimos un buen rato unidos por el verdadero espíritu olímpico y hasta me emocionó la alegría de los que acompañaron la llama de la antorcha. Me alegré mucho de haber estado allí en esos momentos compartiendo con mis hijas algo que a ciencia cierta sé que nunca olvidarán. Me alegré mucho, por ellas, pero también, por todos los demás, y porqué, no decirlo, también por mí misma.



sábado, 1 de mayo de 2010

Noches de espera

Hay noches que alargan su manto y nos cubren protectoras guareciéndonos de un insomnio mal llevado. Se instala en nuestros corazones y nos regala su elixir reparador, generosa y afable. No es bueno no dormir de noche, como tampoco lo es dormirla toda. Cada noche es única, irremplazable. Yo te extraño en estas noches sin luna que me provocan nostalgia, convencida de que has de venir, pero te debes haber dormido en los laureles porque no terminas de llegar. Soy paciente, pero también soy humana, y las noches de los sábados hasta me hiere serlo tanto. La noche puede ser larga, pero siempre es hermosa. Se instala en mi habitación magnánima y me recorre en oleadas con fragilidad de amante. Recrecida se apodera de mí y meciéndome, me devuelve los sueños que temí perdidos. Tú no estás, pero me queda la noche, y su manto protector, y su esperanza.

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