Tengo una amiga que se llama Rosa, y, justo, a partir de las doce, empieza su cumpleaños. Ella es, cuanto menos, diferente, pues con una sonrisa es capaz de iluminar toda una tarde. Hablo con ella casi todos los días y siempre aprendo algo nuevo. Es pura energía, y pura ilusión. Siempre está cuando es necesario, y si no puede se inventa otra perspectiva, otra dimensión desde dónde acercarse. Ha aprendido a mirar el pasado sin rencores para después dejarlo atrás. Se ríe de su propio ego y cree en el amor como fuente y fundamento de todas las cosas. Es valiente, es cauta, es espontánea. Quiere ir más allá del entendimiento y realizar los cambios que se precisen para mejorar el mundo.
Me gusta escucharla cuando se complica la vida con explicaciones abstractas. Y mirarla detenidamente cuando compartimos los silencios. Me da la oportunidad de aprender que el hábito no hace al monje, y que es posible sobrevivirse al ritmo de los acontecimientos. Me ha dado fuerza saber que contaba conmigo, y me ha reconfortado saber que contaba con ella. En los momentos duros hemos llorado juntas. En las ridiculeces, nos hemos hartado de reírnos. Me siento orgullosa de compartir espacios y tiempos, y se me llena el alma de alegría cuando sé, que pase lo que pase y estemos dónde estemos siempre seremos AMIGAS.
Te quiero Rosa, nunca lo olvides.
Me gusta escucharla cuando se complica la vida con explicaciones abstractas. Y mirarla detenidamente cuando compartimos los silencios. Me da la oportunidad de aprender que el hábito no hace al monje, y que es posible sobrevivirse al ritmo de los acontecimientos. Me ha dado fuerza saber que contaba conmigo, y me ha reconfortado saber que contaba con ella. En los momentos duros hemos llorado juntas. En las ridiculeces, nos hemos hartado de reírnos. Me siento orgullosa de compartir espacios y tiempos, y se me llena el alma de alegría cuando sé, que pase lo que pase y estemos dónde estemos siempre seremos AMIGAS.
Te quiero Rosa, nunca lo olvides.